Cabalgaron 2 días hasta Prulë, se unieron a la guardia local y al día siguiente partieron para la guerra. Lars y Kein no habían vivido mucho, y escasas chances tenían de superar con vida la invasión.
Juntos partieron de su pueblo natal. Nadie les había prometido fortuna, nadie los obligo. Su honor y el amor por los suyos le hicieron nacer el deseo de tomar las armas para defender a su pueblo, a los suyos (y a si mismos) de la invasión de los grises.
Sin mas armadura que unos atuendos de cuero, y con sus propios sables en sus vainas, fueron provistos por la guardia de Prulë por un arco largo, una docena de flechas y las armaduras para los caballos, sus propios caballos también. Irónicamente, los corceles tenían mas protección que ellos.
Una vez llegados al campamento fueron informados de su posición. Solo una ciudad, un muro, un ancho río y una veintena de granjas incendiadas los separaban del ejército gris.
Eran parte de os refuerzos que arribaron de distintas comarcas cercanas para defender la ciudad. Mas de mil hombres, aun así, eran considerablemente sobrepasados en número por el ejército invasor.
Cabe aclarar que este relato épico no pretenderá hablar de valores morales, ni creencias religiosas. Ambas naciones se proclamaban civilizados y compartían un mismo dios. Sin embargo, estaban iniciando una guerra, por motivos muy distintos, aparentemente.
Tengo una extraña afinidad a los relatos atemporales.